miércoles, 24 de junio de 2015

Derrame

No es la persona , es la necesidad del vuelco lo que importa. No existe , en realidad , la persona en quien se vuelca la pasión, sino como receptáculo adecuado.
Lo que existe es el flujo , la llama y el flujo ardiente . Duerme en cada ser una enorme cantidad de amor que sólo pide un cauce y un lugar donde volcarse. El fuego puede dormir durante años, quedar oculto bajo la piel de tal manera que uno no lo note, o apenas por algún rastro de tristeza, insatisfacción o inquietud inmotivados. Si nada ni nadie logra despertarlo , empezará a consumirnos lentamente, comenzando por la mente y el ánimo, terminando con el cuerpo. Es preciso darle salida, hallar una puerta , un vano , un cauce.



Filosofía en los días críticos
Chantal Maillard
Pre-textos
David Ajenjo



domingo, 14 de junio de 2015

Orbita infancia

Antes de encontrarse con la verdadera Antigüedad en los museos y en los países lejanos , a veces, el niño de ciudad entra en contacto con una pequeña cantidad de mitos de segunda mano . Por ejemplo , en la casa paterna , un Apolo de bronce que señala hacia la puerta desde la mesa de escritorio del padre o, en el salón , un busto de Venus , cuyos muñones de mármol se reflejan en un turbio vidrio: extraños seres desnudos de los que no se sabe si están mirando o están apartando la mirada .



Paseos por Berlin 
Franz Hessel
Errata naturae




lunes, 1 de junio de 2015

Un Desaprendizaje

«Dentro de mí hay una batalla constante entre dos lobos» dijo un anciano cherokee a un joven miembro de su tribu. «Uno lucha con el odio y la envidia mientras que el otro lo hace armado de amor, esperanza y felicidad. Está en mí y está en ti y también está dentro de todas las personas del mundo». «¿Y cuál de los lobos ganará la pelea?» preguntó el joven; a lo que el viejo respondió: «Aquel al que alimentes».
Más allá de la filosofía new age que pueda desprenderse de una leyenda india, o de si deberíamos considerar como consejeros vitales a unos señores con plumas y que vivían en tipis hace dos siglos —la respuesta es sí—; lo cierto es que, desde que la Ilustración desterró la amenaza de la muerte y la enfermedad como castigo religioso y la sustituyó por la confianza científica, los seres humanos hemos tomado un camino de vida casi uniforme: la búsqueda de la felicidad. Seguramente no deberíamos sucumbir a la dictadura de la felicidad porque puede tener consecuencias frustrantes pero, desde luego, tampoco deberíamos hacerlo ante el imperio del cinismo y el desánimo.
Quizá no se trate de buscar la felicidad, sino de encontrarla en pequeñas cápsulas de ese concepto tan elusivo que es la diversión. Y digo elusivo porque somos nosotros mismos los que lo acabamos eludiendo. Lo postergamos para después. Después de comer, después de correr, después de trabajar, cuando estemos de vacaciones. Y así, postergando, siempre estamos preocupados. Preocupados por lo que hacemos y lo que nos espera. Por el pasado y por un futuro que nunca llega y, por tanto, nunca nos deja divertirnos. Y es que, en realidad, deberíamos hacerlo constantemente y sin propósito.


Pedro Torrijos - Jot Down Magazine
Foto: Norman Rockweill