martes, 4 de noviembre de 2014

Dialogo en la moto

Al día siguiente , hacia las once de la mañana , Alain se había citado con sus amigos Ramón y Calibán delante del museo próximo al Jardin du Luxembourg . Antes de salir de su estudio, se volvió para decir adiós a su madre en la foto. Luego, salió a la calle y se dirigió hacia su moto, aparcada no muy lejos del estudio. Al subir en ella, tuvo la vaga sensación de sentir en la espada la presencia de un cuerpo. Como si Madeleine le acompañara y apenas le rozara.
Esa ilusión le conmovió; le pareció que expresaba el amor que él sentía por su amiga, y arrancó.
Luego oyó una voz a su espalda  :
- Querría seguir hablando contigo.
No , no era Madeleine. Reconoció la voz de su madre.
Había un atasco en la calle y él oyó tras de sí :
- Quiero estar segura de que entre tú y yo no hay ningún malentendido , que nos entendemos bien tú y yo...
Se vió obligado a frenar. Un peatón que se había metido por el medio y atravesaba la calle se volvió hacia él con gestos amenazadores .
-Te seré sincera. Desde siempre me ha horrorizado la idea de arrojar al mundo a alguien que no lo ha pedido.
- Lo sé -dijo Alain.
- Mira a tu alrededor: nadie de los que te rodean está aquí por su voluntad. Es evidente que lo que acabo de decirte es la más trivial de todas las verdades . Es hasta tal punto trivial, y a tal punto esencial, que ya ni se la ve ni se la oye.
Él siguió su camino entre un camión y un coche que desde hacía unos minutos lo iban apretando a cada lado.
- Todo el mundo habla de los derechos humanos Menuda engañifa! Tu existencia no se asienta sobre ningún derecho. Esos caballeros de los derechos humanos incluso te prohíben poner fin a tu vida por tu propia voluntad.
En un cruce se encendió la luz roja de un semáforo. Alain se detuvo. Los peatones a los dos lados de la calle se pusieron en marcha hacia la acera de enfrente .
Y siguió hablándole la madre :
-Miralos , míralos a todos! Al menos la mitad de los que ves son feos. ¿También forma parte de los derechos humanos ser feo?¿Sabes tú lo que  significa cargar con tu fealdad toda la vida? Tampoco has elegido tu sexo. Ni el color de tus ojos. Ni tu siglo. Ni tu país. Ni tu madre. Nada de lo que realmente cuenta. Los derechos de los que puede disponer el ser humano sólo se refieren a nimiedades por las que carece de sentido luchar unos contra otros o escribir solemnes declaraciones .
Alaín seguía adelante y la voz de su madre se suavizó:
-Existes tal como eres porque he sido débil. Por mi culpa. Te ruego que me perdones.




La fiesta de la insignificancia 
Milan Kundera
Ed. Tusquets
Foto : Marton Apai



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