lunes, 19 de marzo de 2012

Triste sinfonía ochentera




A Muzil le encantaban las orgías violentas en las saunas . El temor de ser reconocido le impedía frecuentar las saunas parisinas . Pero cuando se iba a dar , cerca de San Francisco, su seminario anual , se entregaba de lleno a esas prácticas en las saunas de esa ciudad, hoy vacías a causa de la epidemia y transformadas en supermercados o en aparcamientos. Los homosexuales de San Francisco realizaban en esos lugares las obsesiones sexuales más extravagantes, convertían en urinarios viejas bañeras en las que las víctimas permanecían acostadas durante noches enteras esperando ser maculadas , o reconstruían en pisos exiguos camiones desarmados que utilizaban como cámaras de tortura. Muzil volvió de su seminario del otoño de 1983 tosiendo a pleno pulmón, una tos seca le extenuaba progresivamente. Pero entre dos accesos de tos, se deleitaba evocando sus últimas bacanales en las saunas de San Francisco. Ese día le dije: "A causa del SIDA no debe de haber en esos lugares ni un alma". "Desengáñate" me respondió, "nunca ha habido, por el contrario, tanta gente en las saunas , y además el ambiente es ahora extraordinario. Esa amenaza que existe ha creado complicidades, una ternura nueva, nuevas solidaridades. Antes nadie hablaba con nadie, ahora la gente habla. Todo el mundo sabe muy bien por qué ha ido allí..."


Al amigo que no me salvó la vida
Hervé Guibert

Circulo de lectores

Foto: Soma Leather bar, San Francisco 1978

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