domingo, 1 de febrero de 2009

Nómadas somalíes: peregrinación hacia la muerte

Mi patria ? Mi patria está donde llueve

Sé de qué se trata porque pude contemplar el fenómeno con mis propios ojos en Ogadén .Recorríamos entonces el desierto en camiones con el fin de buscar a unos nómadas amenazados de muerte por el hambre y llevarlos al campamento de Gode. A mí me resultaba de lo más chocante que cada vez que encontrábamos unos somalíes al borde de la muerte, acompañados de unos camellos en el mismo estado, aquellos hombres por nada del mundo querían separarse de sus animales , aun a sabiendas de que no los aguardaba sino una muerte segura. Estuve allí con un equipo de salvamento compuesto por gente joven, un grupo que pertenecía a la organización humanitaria Save. Tenían que emplear la fuerza para separar al pastor de su camello - ambos reducidos a meros esqueletos-, pero acababan ,llevando al campamento al hombre , que los insultaba y maldecía. No por mucho tiempo, sin embargo. Aquella gente recibía diariamente tres litros de agua, que tenía que bastarle para todo: beber, cocinar ,lavar. Y como ración diaria de comida , medio kilo de maíz . Y tambien , una vez por semana , un saquito de azucar y un trozo de jabón. Pues bien, aquellos somalíes eran capaces aún de hacer ahorros, de vender el maiz y el azúcar a los mercaderes que deambulaban por el campamento, de acumular una suma de dinero necesaria para comprar un camello y huir al desierto.
No sabían vivir de otra manera .
A Hamed no le extraña : " Nuestra naturaleza es así" , dice , ni tan siquiera con resignación, sino inlcuso con un cierto matiz de orgullo. La naturaleza es ese algo a lo que no hay que oponerse, ni intentar mejorarla, ni hacer nada con vistas a independizarnos de ella. La naturaleza nos es dada por Dios y por lo tanto es perfecta. La sequía, el calor , los pozos vacíos y la muerte en el camino tambien son perfectos .Sin ellos, el hombre no sentiría el goce aunténtico de la lluvia, el sabor divino del agua y la dulzura vivificante de la leche . El animal no sabría disfrutar de la hierba jugosa ni embriagarse con el olor de un prado . El hombre no sabría qué es eso de ponerse bajo un chorro de agua fresca y cristalina. Ni siquiera se le ocurriría pensar que esto significa, simplemente, estar en el cielo.

Extraido de el capitulo "El pozo"
EBANO
RYSZARD KAPUSCINSKI
Anagrama crónicas

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