miércoles, 25 de marzo de 2009

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Al pasar entre las barracas iba escuchando sus invitaciones, que no eran gritos humanos, sino suaves arrullos de palomas, voces apacibles que vertían en la calle la serenidad y la calma del claustro. No era el sexo lo que ofrecían desde su monótona reclusión entre los amarillentos resplandores de las lámparas, si no que , como aunténticas moradoras de Alejandría , proponían el olvido profundo de la procreación, a través del placer físico asumido sin repugnancia.


Justine
Lawrence Durrell
Edhasa

4 comentarios:

  1. El mejor libro sin ninguna duda, sigo releyendolo y jamas me cansa. Que gran acierto.

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  2. Qué buen gusto tienes para la literatura, jodío... Yo estoy pensando poner nombres de mujer a las infusiones de mi carta, como las ciudades de Calvino: Melibea, Artemisa, Pandora... ¡y por supuesto, Justine! Hay una con hoja de cannabis que se presta bastante.

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  3. Gracias wapo. Esa es una idea tuya genial xulo. Me tienes que explicar esa infusión con hoja de canabis...mmmmm!

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  4. en cuanto vuelvas te vienes a Pelayo y hacemos una cata!

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